Las relaciones entre Marruecos y España atraviesan una zona de turbulencias sin precedentes. Tras el caso Pegasus y las tensiones en torno al Sáhara Occidental, una nueva crisis de gran magnitud podría alterar de manera duradera los vínculos entre Madrid y Rabat. El descubrimiento por parte de los servicios de seguridad españoles de un túnel que conecta Marruecos con el enclave de Ceuta, utilizado para el tráfico de drogas hacia Europa, ha puesto en evidencia conexiones mucho más profundas entre el Majzén y redes criminales. Pero más allá del narcotráfico, otras revelaciones aún más graves, provenientes de un antiguo alto cargo de los servicios de inteligencia marroquíes, actualmente refugiado en España, podrían tambalear el régimen de Rabat.
Un túnel que revela un sistema bien estructurado
El descubrimiento de este túnel, utilizado para transportar kif marroquí a Europa, no es más que la punta del iceberg. Desde hace décadas, Marruecos es considerado el mayor productor mundial de resina de cannabis, y numerosos informes internacionales señalan la implicación directa de las autoridades en esta economía paralela. Sin embargo, lo que hoy causa mayor impacto no es tanto la producción en sí, sino la existencia de una estructura organizada en la que los servicios de inteligencia marroquíes desempeñarían un papel central en la protección y distribución de la mercancía.
Según fuentes de seguridad españolas, la gestión del tráfico no se limita a redes mafiosas independientes, sino que involucra a miembros de la Dirección General de Supervisión del Territorio (DST), quienes actuarían como verdaderos padrinos de un sistema en el que el crimen y el Estado se entremezclan. Esta colusión coloca a Madrid en una situación diplomática delicada: denunciar abiertamente estos actos podría desencadenar una crisis diplomática de gran envergadura con Rabat, pero hacer la vista gorda equivaldría a tolerar la implicación directa de Marruecos en actividades ilegales que afectan a toda Europa.
Revelaciones explosivas sobre el terrorismo de Estado
El caso adquiere una dimensión aún más grave con las revelaciones de un ex número dos de la DST marroquí, ahora refugiado en España. Este habría proporcionado a las autoridades españolas información comprometida que, de ser divulgada, podría desestabilizar profundamente el régimen marroquí.
Según diversas fuentes, estas revelaciones implicarían directamente a los servicios secretos marroquíes en los atentados terroristas ocurridos en Casablanca en 2004 y en Marrakech en 2011. A diferencia de la versión oficial, que atribuyó los ataques a suicidas islamistas radicales, estos atentados habrían sido en realidad orquestados y detonados a distancia por la propia DST. ¿El objetivo? Justificar un endurecimiento de las medidas de seguridad y reforzar el control del poder sobre la población, al tiempo que se consolidaban los lazos con los servicios occidentales bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.
Esta hipótesis se ve reforzada por las turbias relaciones del jefe de seguridad marroquí, Abdellatif Hammouchi, con Francia, la antigua potencia colonial que sigue ejerciendo una influencia clave sobre el reino. Su papel en la cooperación en materia de seguridad franco-marroquí le ha valido varias distinciones por parte de París, lo que sugiere una complicidad al más alto nivel entre los servicios franceses y el Majzén.
Un viento de pánico en Rabat
La deserción de un alto cargo de los servicios secretos marroquíes ha provocado un auténtico terremoto dentro del Majzén. Rabat teme ahora que Madrid utilice esta información como un arma de presión sobre el régimen, especialmente tras el escándalo de Pegasus. Cabe recordar que este software espía permitió a Marruecos infiltrarse en los teléfonos de numerosas personalidades españolas, incluido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Bajo la amenaza de revelaciones comprometedoras, este último acabó por modificar la postura de su gobierno en favor de Marruecos respecto al Sáhara Occidental, en un giro que sorprendió tanto a los españoles como a las instituciones europeas.
Pero esta vez la situación es diferente. España posee una carta clave que podría neutralizar la influencia marroquí y cuestionar la estrategia de chantaje utilizada por Rabat. Al hacer pública esta información o ejercer presión diplomática sobre Marruecos, Madrid podría no solo restablecer cierto equilibrio en sus relaciones con Rabat, sino también exponer las contradicciones de un régimen que se presenta como aliado de Occidente en la lucha contra el terrorismo, cuando en realidad podría estar detrás de algunas de estas acciones.
¿Un punto de inflexión en las relaciones hispano-marroquíes?
Este escándalo se produce en un contexto de fragilidad diplomática entre ambos países. Mientras Madrid y Rabat intentan apaciguar sus diferencias tras años de tensiones, estas revelaciones podrían hacer estallar los esfuerzos de reconciliación. España, que durante mucho tiempo ha adoptado una postura conciliadora hacia Marruecos, podría verse obligada a endurecer su posición bajo la presión de la opinión pública y de sus socios europeos.
En los próximos meses, se vislumbran varios escenarios posibles:
- Un silencio diplomático: España podría optar por no explotar estas revelaciones públicamente, prefiriendo negociar discretamente con Rabat a cambio de concesiones en otros asuntos (inmigración, pesca, Sáhara Occidental).
- Presión progresiva: Madrid podría filtrar ciertas informaciones a la prensa o a través de canales diplomáticos para forzar a Marruecos a adoptar una postura más cooperativa.
- Una ruptura abierta: Si España decidiera revelar todos los elementos en su poder, las relaciones con Marruecos podrían deteriorarse hasta el punto de desencadenar una crisis diplomática de gran magnitud, con repercusiones en toda la región mediterránea.
Lo que es seguro es que estas revelaciones podrían marcar un punto de inflexión histórico en las relaciones entre ambos países. Mientras Marruecos presume de ser un socio estratégico de Occidente, la imagen del reino podría quedar gravemente empañada si estas acusaciones se confirmaran. Para España, la cuestión es crucial: elegir entre la estabilidad de sus relaciones con Rabat o la ética de una diplomacia basada en la transparencia y el respeto al derecho internacional.
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