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Scott Ritter desmonta los ataques estadounidenses contra Irán: una guerra escenificada sin guerra real

El 22 de junio de 2025, Estados Unidos lanzó una serie de ataques aéreos contra tres sitios iraníes supuestamente vinculados al programa nuclear del país: Isfahán, Natanz y Fordow. La operación fue dirigida por el Mando Estratégico de EE. UU. y ejecutada con bombarderos furtivos B-2 y bombas penetrantes GBU-57. El presidente Donald Trump calificó la acción como una “victoria magnífica” que demostraba la supremacía del poder aéreo estadounidense.

Sin embargo, Scott Ritter —ex inspector de armas de la ONU y antiguo oficial de inteligencia militar estadounidense— considera que esta operación fue más una puesta en escena que una acción militar seria. En un vídeo reciente, criticó duramente lo que describió como un “espectáculo militar sin impacto real”, argumentando que se trató de una actuación televisiva vacía de contenido estratégico.

Objetivos vacíos, simbolismo hueco

Según el análisis de Ritter, los sitios atacados estaban, en su mayoría, vacíos o ya desprovistos de infraestructura crítica, debido a ataques israelíes anteriores o a una evacuación planificada por parte de Irán. Las instalaciones de Natanz e Isfahán no contenían materiales vitales, mientras que en Fordow, seis bombas de gran potencia solo dañaron entradas y salidas, dejando intacta la estructura principal.

“Esto no fue un ataque militar serio”, afirmó Ritter. “Yo he planificado verdaderas operaciones militares. Uno ataca objetivos que realmente importan”. Utilizar recursos tan costosos como los B-2 para atacar instalaciones vacías no responde a una lógica militar, sino a la necesidad de generar una imagen de fuerza ante el público.

Un mensaje político, no una operación militar

¿Por qué entonces lanzar una operación tan limitada y simbólica? Ritter sostiene que el objetivo no era proteger la seguridad nacional, sino salvar la imagen de Donald Trump tras un episodio de escalada mal calculado, y al mismo tiempo respaldar a su aliado Benjamin Netanyahu, bajo presión tanto interna como externa.

Todo comenzó con un ataque sorpresa de Israel contra Irán, supuestamente con apoyo tácito de Washington. Pero la dura respuesta iraní alteró el equilibrio de disuasión: no solo ignoró las amenazas, sino que lanzó represalias significativas contra territorio israelí, exponiendo debilidades en su defensa. Trump quedó atrapado entre el compromiso con su aliado y el riesgo de un conflicto abierto. Su respuesta: un ataque limitado que le permitiera “salvar la cara” sin provocar una escalada mayor.

Según Ritter, EE. UU. incluso envió señales a Teherán indicando que se trataba de una acción puntual. Esto explicaría por qué no se utilizaron bases estadounidenses en Oriente Medio y se recurrió al Mando Estratégico y al Comando del Pacífico.

Retirada táctica disfrazada de demostración de fuerza

A primera vista, esta operación puede parecer inútil. No obstante, Ritter ve en ella una forma de pragmatismo político. A pesar de su carácter teatral, el ataque brindó a todas las partes una oportunidad para rebajar tensiones sin sufrir humillaciones. Washington conservó su imagen de potencia, sin caer en una guerra abierta; Netanyahu recibió un impulso simbólico en un momento crítico; e Irán pudo evitar una respuesta inmediata sin perder su posición de firmeza.

Conclusión: espectáculo sin estrategia

En definitiva, Scott Ritter ofrece una crítica contundente a una operación militar estadounidense carente de visión estratégica y motivada más por el cálculo político y mediático que por objetivos militares reales. El ataque fue, en su opinión, una representación montada en el escenario internacional para reforzar la imagen de un presidente en apuros y ayudar a un aliado en crisis, no para frenar un programa nuclear ni para disuadir a un adversario. Y, paradójicamente, tal como apunta Ritter, esta “puesta en escena” podría haber servido —aunque temporalmente— para evitar que la región se precipitara a una confrontación de gran escala.


Por Belgacem Merbah



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