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El Sáhara Occidental: recomposición geopolítica y regreso del factor militar argelino

Desde la ruptura del alto el fuego en Guerguerat en noviembre de 2020, el conflicto del Sáhara Occidental ha salido de su “hibernación” histórica, en un entorno diplomático y de seguridad cada vez más favorable a Marruecos. Esta dinámica se debe a un conjunto de factores: el reconocimiento estadounidense de 2020, los alineamientos sucesivos de aliados clave (España, Israel y luego Francia en 2024), el fortalecimiento de la interoperabilidad militar marroquí-occidental y los intentos de “securitización” del Polisario en el Congreso estadounidense. En este contexto, Argelia, principal apoyo del Polisario, ve cómo su diplomacia de statu quo produce rendimientos decrecientes. El artículo propone un diagnóstico del callejón estratégico, así como opciones de reorientación para defender sus intereses vitales sin desencadenar una espiral de escalada regional. 


1. De Guerguerat a la reconfiguración del Magreb (2020–2025)

La ruptura del alto el fuego en Guerguerat en noviembre de 2020 marcó el fin de una era de “hibernación” del conflicto sahariano. Desde entonces, el expediente del Sáhara Occidental se inscribe en una lógica de re-militarización contenida y de reestructuración de las alianzas regionales.

Mientras la MINURSO ha ido perdiendo progresivamente el control operativo de la zona tampón, los enfrentamientos a lo largo del muro han devuelto la cuestión del Sáhara al centro de la rivalidad estratégica entre Argel y Rabat, en un contexto de polarización mundial creciente.

Si Marruecos ha sabido transformar el reconocimiento estadounidense de diciembre de 2020 en un importante instrumento diplomático, Argelia ve hoy cerrarse el espacio para una solución multilateral basada en el derecho internacional.

2. El giro diplomático y el cerco normativo a Argel

La secuencia 2020–2024 estuvo marcada por una serie de alineamientos occidentales sin precedentes:

  • Washington (2020) reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara, vinculándola a la normalización marroquí-israelí;
  • Madrid (2022) y París (2024) retomaron el vocabulario del “realismo” y de la “autonomía bajo soberanía marroquí”;
  • Tel Aviv (2023) reforzó este frente integrándolo en un eje de seguridad que conecta el Mediterráneo y Oriente Medio.

Sin embargo, esta ventaja diplomática tropieza con la restricción estructural del derecho europeo: el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), en su sentencia del 4 de octubre de 2024, invalidó la aplicación de los acuerdos UE-Marruecos de 2019 al Sáhara Occidental sin el consentimiento del pueblo saharaui.

Este paradoja — reconocimiento político frente a ilegalidad jurídica — crea para Argel un instrumento de contestación a largo plazo, en el corazón de una estrategia de lawfare que debe reactivarse.

3. El anclaje militar de Marruecos en el ecosistema OTAN

El fortalecimiento del partenariado militar marroquí-occidental constituye ahora la piedra angular de la estrategia de Rabat.

Las maniobras African Lion, dirigidas por el USAFRICOM, ilustran esta integración progresiva: asocian a Marruecos con operaciones conjuntas, intercambio de información, capacidades CBRN y logística multinacional.

Este dispositivo no implica un compromiso directo de la OTAN en caso de guerra, pero garantiza a Marruecos un apoyo logístico, tecnológico y doctrinal masivo:

  • asistencia en inteligencia satelital y ciberseguridad;
  • mantenimiento y formación mediante programas OTAN-Socios para la Paz;
  • acceso facilitado a la cadena de suministro de equipos occidentales.

Así, en un escenario de escalada regional, Marruecos se beneficiaría de una “sombra logística” de la OTAN: sin soldados sobre el terreno, pero con un entorno de apoyo estratégico comparable al observado para Ucrania antes de febrero de 2022.

Este factor refuerza considerablemente la disuasión implícita de Marruecos frente a Argel.

4. El efecto espejo: hacia un eje argelino ruso-chino

Ante este cerco diplomático y militar, Argelia no está aislada.

Su asociación histórica con Rusia — principal proveedor de armamento (≈ 70 % del arsenal argelino) — y su acercamiento acelerado con China, en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y del Foro China-África, ofrecen a Argel una profunda alternativa estratégica.

Moscú sigue siendo un socio clave para la modernización del ANP (T-90, S-400, Iskander-E) y comparte con Argel una lectura común del derecho internacional basada en la soberanía y el rechazo de las intervenciones externas.

Pekín, por su parte, proporciona a Argelia una base tecnológica y económica (infraestructuras, telecomunicaciones, vigilancia, drones) y una cobertura diplomática prudente en el Consejo de Seguridad.

En caso de deterioro grave del frente sahariano, estos dos actores no intervendrían militarmente, pero podrían amplificar el apoyo logístico, tecnológico y diplomático a Argel:

  • entregas aceleradas de equipos, cooperación en inteligencia, apoyo en foros internacionales y cobertura política frente a sanciones occidentales.

Este sistema de apoyo diferido — soft-balancing ruso-chino — constituiría el contrapeso del apoyo OTAN a Marruecos, recreando un equilibrio estratégico global en el Magreb.

5. La tentación militar: ¿herramienta de disuasión o engranaje peligroso?

La perspectiva de un apoyo militar calibrado de Argelia al Polisario reaparece a medida que se reduce la vía diplomática.

Tal apoyo, si se mantiene limitado — entregas defensivas, inteligencia, formación —, podría:

  • restaurar la capacidad operativa del Polisario;
  • reintroducir una presión asimétrica sobre el terreno;
  • y revalorizar la posición negociadora de Argel.

Pero esta opción presenta riesgos importantes:

  • jurídicos y políticos, pues alimentaría la narrativa estadounidense de “terrorismo sahariano” y facilitaría la adopción del H.R. 4119 en el Congreso;
  • estratégicos, pues podría precipitar una reacción logística occidental reforzada en favor de Rabat;
  • regionales, pues transformaría el conflicto congelado en una guerra por delegación, con un Magreb dividido entre dos esferas de influencia: OTAN en el Oeste, Rusia-China en el Este.

Por tanto, el verdadero reto para Argel consiste en calibrar una disuasión híbrida, combinando ayuda militar discreta, activismo jurídico y ofensiva diplomática, sin cruzar el umbral de la escalada abierta.

6. Tres ejes para una estrategia argelina de reequilibrio

(a) El frente jurídico europeo.
Institucionalizar una estrategia ofensiva de lawfare basada en la jurisprudencia del TJUE para bloquear cualquier normalización económica del Sáhara en los circuitos europeos.

(b) La rehabilitación del marco de la ONU.
Reforzar la MINURSO, documentar las violaciones, exigir investigaciones independientes y devolver visibilidad al principio de autodeterminación en los organismos internacionales.

(c) La diplomacia de potencia estabilizadora.
Proyectar la imagen de una Argelia garante de la estabilidad regional, defensora del multilateralismo y actor clave entre África, Mediterráneo y Eurasia — un posicionamiento que contrasta con la militarización percibida de Rabat.

7. Conclusión: un Magreb en vías de bipolarización estratégica

El conflicto del Sáhara Occidental supera hoy el marco del diferendo bilateral para convertirse en un punto de fricción entre bloques geopolíticos.

Marruecos se inscribe en una esfera de apoyo occidental — logística OTAN, cobertura diplomática estadounidense, sinergia israelí — mientras que Argelia, sin alianza formal, se ancla en un arco ruso-chino que apuesta por el derecho internacional, la no injerencia y la estabilidad.

En esta configuración, la supervivencia estratégica de Argel depende de su capacidad para combinar tres palancas:

  • la disuasión militar indirecta, mediante un apoyo controlado al Polisario;
  • la guerra jurídica prolongada, para deslegitimar la ocupación en la escena europea;
  • la diplomacia multipolar, articulando Moscú, Pekín y los Estados del Sur global.

El equilibrio del Magreb se redibuja así en torno a una bipolarización geopolítica inédita:

  • Un Magreb occidental atlantista, apoyado en la OTAN, y un Magreb oriental eurasiático, apoyado en Moscú y Pekín.

El Sáhara Occidental, antaño conflicto periférico, se convierte en el laboratorio de una nueva arquitectura estratégica mundial, donde Argelia juega su credibilidad como potencia soberana y Marruecos, su integración en el sistema occidental.


Por Belgacem Merbah



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