Desde hace algunos días, ciertos medios marroquíes, en particular Hespress, se esfuerzan por reactivar el tema de una supuesta “mediación saudí entre Argelia y Marruecos”. Bajo el pretexto de buenos oficios y fraternidad árabe, esta retórica busca mejorar la imagen de un régimen marroquí debilitado internamente y aislado en el plano diplomático, intentando al mismo tiempo implicar a Riad y Washington en la legitimación de su ocupación del Sáhara Occidental.
Pero los argelinos no tienen memoria corta. La historia de la “mediación saudí” no es nueva. Ya se intentó a finales de los años ochenta, y Argelia sacó lecciones amargas de ello.
Los años 80: una mediación sesgada y sus consecuencias
A finales de los años ochenta, bajo los auspicios de Riad, Argel y Rabat reanudaron el diálogo tras un período de tensiones. Fiel a su tradición de fraternidad magrebí, Argelia aceptó reabrir las fronteras en 1988 y lanzar una cooperación económica de envergadura, en particular con la puesta en marcha del gasoducto que conecta Argelia con Europa a través de Marruecos, un gesto de confianza y apertura.
Pero la contrapartida fue desastrosa. Mientras Argelia iniciaba su difícil transición política a finales de los ochenta, el régimen marroquí ofreció apoyo y facilidades logísticas a grupos islamistas armados, contribuyendo a la desestabilización del vecino argelino durante la “década negra”.
La crisis alcanzó su punto álgido en 1994, tras los atentados de Marrakech, cuando Rabat acusó públicamente a Argel de “apoyar el terrorismo” e impuso unilateralmente el visado de entrada a los argelinos. Argelia respondió cerrando sus fronteras terrestres, poniendo fin a una ilusión de fraternidad que Marruecos había instrumentalizado con fines políticos.
2025: un intento de reciclaje diplomático
Lo que Marruecos intenta vender hoy bajo la etiqueta de “mediación saudí” no es más que la reproducción del mismo guion, con actores diferentes y los mismos objetivos: arrancar a Argelia un reconocimiento implícito del hecho consumado en el Sáhara Occidental, a cambio de una pseudo-normalización bilateral.
La retórica de “la mano tendida” y de “una nueva página” sirve para ocultar una realidad: Marruecos busca internacionalizar un expediente que no le favorece en el seno de las instituciones de la ONU, movilizando a sus aliados del Golfo y a los apoyos estadounidenses favorables a su posición.
En cuanto a la idea de que Riad querría “preservar la dignidad de Argelia tras sus reveses diplomáticos”, refleja una condescendencia reveladora. Argelia nunca ha perdido su dignidad, porque defiende una posición basada en el derecho internacional y en el principio de descolonización, no en una agenda expansionista.
Un discurso marroquí peligroso y anacrónico
El artículo publicado por Hespress ilustra la confusión —o la manipulación— del discurso marroquí. Asimilar la cuestión del Sáhara Occidental a un “asunto cerrado” es un puro acto de negación del derecho. La ONU sigue considerando el territorio como no autónomo, y ninguna potencia internacional ha reconocido la soberanía marroquí sobre esta región.
Más grave aún, algunos “expertos” marroquíes no dudan en invocar una supuesta “descolonización de las tierras de Tinduf y del este argelino”, un absurdo geográfico e histórico que dice mucho sobre los fantasmas expansionistas del majzén. Argelia nunca fue un producto del colonialismo, sino el fruto de una liberación nacional conquistada con la sangre de un millón y medio de mártires. Quienes hoy hablan de “tierras marroquíes perdidas” resucitan la vieja ideología del “Gran Marruecos”, que la historia ha condenado definitivamente.
La Argelia de hoy: memoria, soberanía y coherencia
La Argelia del siglo XXI ya no es la que algunos creían poder engañar en 1988. Es consciente de su papel regional, de su peso diplomático y, sobre todo, de su derecho soberano a no dejarse instrumentalizar.
Ninguna mediación puede tener éxito si se basa en la mentira, la presión estadounidense o los cálculos saudíes. Lo que la región necesita no son mediaciones sesgadas, sino respeto a los principios: la autodeterminación del pueblo saharaui, la no injerencia en los asuntos internos y el fin del doble discurso marroquí entre victimismo y provocación.
Argelia, fuerte en su historia y en su coherencia, no caerá en la misma trampa dos veces. Quienes deseen la paz deben primero reconocer la verdad histórica, abandonar las ilusiones imperiales y dejar de tergiversar el derecho internacional para satisfacer una ambición monárquica caduca.
Por Belgacem Merbah
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