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Sáhara Occidental: ¿Por qué Trump no pudo cambiar el estatus de Guam o las Islas Vírgenes, pero Marruecos cree que sí puede hacerlo en el Sáhara?

Desde 1963, el Sáhara Occidental figura en la lista de territorios no autónomos de las Naciones Unidas, en espera de completar su proceso de descolonización. Este estatus significa, en términos jurídicos, que el destino del territorio solo puede determinarse mediante un referéndum de autodeterminación supervisado por la ONU, conforme a la Carta de las Naciones Unidas y a las resoluciones sucesivas de su Asamblea General.

Sin embargo, en 2020, Marruecos trató de aprovechar un reconocimiento unilateral del expresidente estadounidense Donald Trump de su supuesta soberanía sobre el territorio —una transacción política vinculada a los Acuerdos de Abraham.

No obstante, pese a su resonancia mediática, este acto carece de todo peso jurídico en el derecho internacional, especialmente si se compara con la propia incapacidad de Trump para modificar el estatus legal de los territorios administrados por Estados Unidos desde hace décadas.


Estados Unidos y sus territorios no autónomos: una soberanía suspendida

Estados Unidos administra varios territorios clasificados por las Naciones Unidas como no autónomos, entre ellos:
  • Guam,
  • Las Islas Vírgenes de EE. UU.,
  • Samoa Americana.
Según el Capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas, los Estados que administran territorios no autónomos no ejercen una soberanía plena sobre ellos. La ONU los obliga a fomentar el desarrollo político y económico de dichos territorios y a presentar informes periódicos sobre su evolución.

Incluso el expresidente Donald Trump, conocido por su ambición expansionista y sus comentarios sobre la compra de Groenlandia, no logró modificar el estatus jurídico de estos territorios.

No se celebraron referendos, ningún territorio fue eliminado de la lista de la ONU y Estados Unidos no obtuvo una “soberanía completa” sobre ellos.

En otras palabras, ni siquiera la potencia más poderosa del mundo puede pasar por encima del derecho internacional cuando se trata del derecho de los pueblos a decidir su propio destino.

Sáhara Occidental: una soberanía fabricada y una ilusión diplomática

A diferencia de Estados Unidos, Marruecos no es reconocido como potencia administradora del Sáhara Occidental. Desde la retirada de España en 1975, el territorio carece de toda autoridad administrativa reconocida internacionalmente.

Ni Marruecos ni ningún otro Estado posee soberanía legal sobre él hasta que el proceso de descolonización se complete bajo la supervisión de la ONU.

La declaración de Trump de diciembre de 2020 no fue más que una apuesta política miope: normalización a cambio de reconocimiento. Ninguna resolución del Consejo de Seguridad avaló esta postura, ni ningún órgano de la ONU actuó en consecuencia.

Fue un gesto político efímero, semejante a un tuit diplomático, incapaz de alterar una realidad jurídica consolidada por el derecho internacional durante seis décadas.

Mientras Washington reconoce los límites de su propia autoridad sobre sus territorios no autónomos, Marruecos se aferra a la ilusión de que la firma de un presidente estadounidense puede anular la historia, la geografía y la ley al mismo tiempo.

Una contradicción evidente y una lección de derecho internacional

La contradicción es clara:
  • Estados Unidos, a pesar de su poder global, reconoce que no posee soberanía plena sobre sus territorios no autónomos.
  • Marruecos, que ni siquiera es una “potencia administradora”, proclama una soberanía total sobre un territorio que ocupa por la fuerza.
  • Mientras tanto, el derecho internacional permanece firme e inmutable: no hay soberanía sin la voluntad del pueblo, ni legitimidad sin referéndum.
Las Naciones Unidas han afirmado reiteradamente que el pueblo del Sáhara Occidental es el único con derecho a decidir su futuro.

Ni Estados Unidos, ni Francia, ni Marruecos pueden conceder ni retirar ese derecho, porque no se trata de un privilegio político, sino de un principio jurídico sagrado, consagrado en la Carta de las Naciones Unidas.

Conclusión: la soberanía no se otorga — se conquista con legitimidad

El caso del Sáhara Occidental revela la esencia misma de la verdad jurídica en las relaciones internacionales:

la soberanía no se impone desde fuera; nace de la voluntad interna.

Ningún presidente, por poderoso que sea, puede firmar la renuncia al derecho de un pueblo a su autodeterminación.

El derecho internacional no es un contrato político negociable: es un marco moral y vinculante que protege a las naciones de la tiranía del poder y de la arrogancia de la fuerza.

El referéndum sigue siendo el único camino legítimo hacia una solución justa y duradera.

Y el Sáhara Occidental, al igual que Guam o las Islas Vírgenes, sigue siendo una tierra en espera de libertad, no una ficha de cambio en el mercado de la normalización y las concesiones.

Por Belgacem Merbah



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