En los últimos tiempos, los medios marroquíes y ciertos círculos cercanos al Majzén han multiplicado los rumores sobre una supuesta intención marroquí de “ocupar” las ciudades de Béchar y Tinduf, como si se tratara de territorios en disputa.
Ningún responsable marroquí ha hecho jamás tal declaración, pero Rabat insiste en alimentar este delirio.
¿Cómo explicar estas provocaciones repetidas, cuando el equilibrio militar, diplomático e histórico se inclina claramente a favor de Argelia? Para comprender este fenómeno, es necesario situarlo en sus dimensiones histórica, psicológica y geopolítica.
1. Un complejo histórico arraigado en la derrota y la rivalidad
La tensión entre Argelia y Marruecos hunde sus raíces en la etapa posterior a la independencia.
El régimen marroquí creía que una Argelia libre le estaría “agradecida” por su presunto apoyo durante la guerra de liberación.
Pero la realidad fue muy diferente: emergió una Argelia soberana, revolucionaria y antiimperialista, que se impuso como potencia moral y política en África.
En lugar de un vecino débil y dócil, Rabat se encontró con una Argelia orgullosa y digna, heredera del espíritu del emir Abdelkader.
Este choque histórico generó un complejo de inferioridad profundo en el Majzén, agravado por la derrota de Marruecos en la guerra de las arenas de 1963.
Desde entonces, Rabat busca una revancha simbólica contra la Argelia que encarna la soberanía y la dignidad del Magreb auténtico.
2. El peso del pasado: Lalla Maghnia, o la traición recompensada
Marruecos suele invocar las “fronteras heredadas del colonialismo”, pero olvida un episodio decisivo:
en 1845, el Majzén se alió con Francia contra el emir Abdelkader, esperando obtener beneficios territoriales a costa de Argelia.
El Tratado de Lalla Maghnia selló esta traición: unos 100.000 kilómetros cuadrados de territorio argelino al este del río Muluya fueron entregados a Marruecos como recompensa por su colaboración con el ejército colonial francés.
Aquel acto marcó el inicio de una política de expansión no basada en la legitimidad histórica, sino en la sumisión al poder extranjero.
Las provocaciones actuales son el eco moderno de esa misma lógica: existir atacando a Argelia.
3. La desviación interna: cuando el Majzén utiliza a Argelia como chivo expiatorio
Marruecos atraviesa profundas crisis sociales, económicas y políticas:
alto desempleo, desigualdad, represión en el Rif y Sidi Ifni, y ausencia de libertades políticas reales.
Ante ello, el régimen recurre a una estrategia clásica: convertir a Argelia en enemigo externo, convenciendo a la población de que “la amenaza viene del Este”.
De este modo, el Majzén logra reagrupar la opinión interna en torno al trono, bajo el mito de la “unidad territorial” y del “Gran Marruecos histórico”.
Estas provocaciones, en realidad, son un signo de debilidad interna, una maniobra de distracción que busca evitar cualquier cuestionamiento del poder monárquico.
4. Una estrategia de provocación sin intención de guerra
El Majzén es plenamente consciente de que el Ejército Nacional Popular argelino (ANP) posee una superioridad clara en efectivos, armamento, entrenamiento y capacidad disuasoria.
Por ello, Marruecos opta por otra táctica: la guerra psicológica y mediática.
Provocar sin atacar, insinuar sin actuar: una forma de crear un conflicto simbólico en el que el Majzén pueda presentarse como víctima ante la comunidad internacional.
Cada vez que Argelia responde con prudencia, Rabat intenta mostrarse como un actor “responsable” frente a un vecino “agresivo”.
Es una batalla de narrativa, no de tanques ni fusiles.
5. El apoyo exterior y la ilusión de impunidad
Las provocaciones marroquíes se sostienen gracias a una cobertura diplomática proporcionada por potencias extranjeras.
Los Estados Unidos, Israel, Francia y los Emiratos Árabes Unidos respaldan al Majzén por motivos geoestratégicos.
Tras los Acuerdos de Abraham, Marruecos obtuvo de Washington el reconocimiento de su supuesta “soberanía” sobre el Sáhara Occidental a cambio de normalizar relaciones con Israel.
Este apoyo ha generado un falso sentimiento de impunidad, animando a Rabat a tensar los límites con la confianza de que Argelia, fiel a su doctrina de no injerencia, evitará caer en la provocación.
Pero ese respaldo no puede ocultar una verdad esencial: Marruecos sigue siendo un Estado dependiente, moldeado por las fronteras coloniales, mientras que Argelia continúa representando el ideal de independencia auténtica.
Conclusión
Las provocaciones marroquíes contra Argelia no son actos irracionales, sino parte de una estrategia política de supervivencia.
Revelan el miedo persistente del Majzén ante una Argelia fuerte, soberana y respetada.
A través de estas provocaciones, el régimen marroquí no busca la victoria, sino el reconocimiento de su existencia frente a Argelia.
En última instancia, Argelia no necesita responder militarmente para imponerse:
Su sola estabilidad, independencia y coherencia histórica bastan para mostrar la fragilidad del régimen que intenta provocarla.
Por Belgacem Merbah
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